Anskar hizo amago por incorporarse, pero el dolor de
su hombro le torturaba de manera tal, que le minaba las pocas fuerzas que aún le quedaban.
Entreabrió los ojos, pero la luz dorada que iluminaba el interior
de la cabaña le cegaba hasta el punto de que apenas distinguía donde se
encontraba y qué o quién se hallaba a su alrededor.
Sentía la lengua gruesa y
áspera al intentar tragar. Sabía que alguien se encontraba próximo a él, podía
escuchar perfectamente su respiración acelerada y casi hasta los latidos
atropellados de su corazón. Intentó pronunciar palabra después de ese primer grito
en el que despertó, pero de nuevo la sequedad de su boca y de su garganta se lo
impidieron.
Además el no poder ver nada aún le estaba empezando a inquietar.
Sintió entonces una mano haciéndose un espacio
en el estrecho paso entre su cuello y el saco de piel de ciervo donde reposaba
la cabeza. Al final logró hacerse con un hueco lo bastante amplio como para incorporarle
mínimamente, sin suponer esfuerzo alguno por su parte, y ofrecerle en los
labios algo parecido a un caldo de ave caliente servido en un cuenco de madera.
–Bebe despacio, está caliente, pero te sentará
bien. –Le sugirió Bäkar. Por su voz ahora al menos Anskar sabía que se trataba
de una mujer.
Poco a poco sus ojos se fueron haciendo a
aquella luz mientras conseguía pasar los primeros tragos de aquel reconstituyente caldo.
Y fue entonces, al poder distinguir las lamparitas, los pilares y elementos de
madera que conformaban el sitio donde se hallaba, cuando sus ojos volvieron a
cruzarse con los de ella. Rápidamente le vino a la memoria el instante en el que
los vio anteriormente. Comenzó a recordar, entre fotogramas impactantes, los
instantes previos al que se encontraba en ese momento. El unicornio, Hope, que
realmente era Imanol, la huida y el vuelo subido a su lomo, el
flechazo y cuando malherido, siendo transportado en una camilla y semiinconsciente, se
topó con su mirada entre toda aquel gentío.
De nuevo reposado, ladeo hacia ella su cara e intentó pronunciar palabra.
–¿Dónde estoy ?, ¿Qué lugar es este?, ¿Dónde está
Hope, mi unicornio?
Las preguntas se le amontonaban en la cabeza,
pero el cansancio y sobre todo el dolor eran demasiado intensos como para poder
siquiera seguir una conversación.
Por otra parte, Bäkar no entendía muy bien a
que se refería con lo de “su unicornio”, y llegó a pensar que aún deliraba por
la fiebre.
–Debes descansar extranjero. Pronto te
encontrarás mejor. Aquí estás a salvo.
Bäkar intentaba no aportar muchos datos que
hiciesen esforzarse en entenderlos a Anskar, pero a la vez, la extraña necesidad
de saber más de aquel extraño, le invitaba a entablar conversación con él.
–Yo me llamo Bäkar, y tú tendrás un nombre
imagino. –Dejo caer.
–Anskar, me llamo Anskar. –En ese momento
recordó todo lo contado por Imanol. Escocia, el viaje atrás en el tiempo y
aquello tan misterioso que según él le iba a ser revelado sobre el porqué de
todo lo que había y habría de sucederle. Sintió un escalofrío por todo su cuerpo.
Muy cerca de allí, Moett ya había llegado a la
carrera hasta la cabaña de Hosspur.
Este se encontraba en el terreno ajardinado
del exterior de su cabaña manteniendo sujeto por una oreja a Ikatz, castigándolo
así tras descubrir el lamentable estado en el que había quedado uno de sus
gansos tras la visita del joven, y atar cabos entre eso y la urgencia por parte
de este de conseguir la punta de la flecha.
–Te
dije que la próxima vez que molestases a mis gansos te arrancaría la oreja,
¿Así me agradeces que te guardase la punta de la flecha rufián? Vete despidiéndote
de ella y de la oreja!.
–No Hosspur!, de verdad, no! No lo volveré a
hacer, ay! La flecha… ay! –Protestaba Ikatz.
–No lo volveré a hacer, no lo volveré a hacer.
Siempre dices lo mismo y al final vuelves. Pues esta vez no, esta vez recibirás
tu merecido…
–Hosspur! Ha despertado! El extranjero ha despertado.
–Interrumpió Moett, en el momento en el que Hosspur blandía su cuchillo ante
los aterrorizados ojos de Ikatz.
Había
visto llegar a Moett, y esperaba que este le interrumpiese como lo
hizo. Así que siguió con su plan de castigo hasta que ocurrió. Y a decir
por el líquido caliente que discurría por las piernas de Ikatz, y que lograba
salpicar sus pantorrillas, había conseguido su propósito de escarmentar al
chico.
–Te libras solo porque tengo cosas más importantes
que hacer que rebanarte la oreja.
La próxima vez no tendrás tanta suerte, ahora corre y deja de orinarte en mi jardín. Ah, y despídete de la flecha! –Dijo Hosspur en tono grave, provocando la huida avergonzada de Ikatz y la risa generalizada entre sus amigos y los aldeanos más próximos al lugar.
La próxima vez no tendrás tanta suerte, ahora corre y deja de orinarte en mi jardín. Ah, y despídete de la flecha! –Dijo Hosspur en tono grave, provocando la huida avergonzada de Ikatz y la risa generalizada entre sus amigos y los aldeanos más próximos al lugar.
Miró a Moett y guiñándole un ojo, entró en la
casa para salir al instante con su zurrón a la espalda.
–Vamos. Es hora de empezar y terminar con todo
esto. –Sentenció, y ambos se dirigieron en dirección a la cabaña, acompañados
cada vez, de más curiosos.
Estoy aquí, tumbado y malherido. Necesitado de
tantas respuestas, y sin embargo una sola idea, ocupa mayoritariamente mis pensamientos.
Bäkar, Bäkar...
¿Porqué me eres tan familiar? Tus ojos me sugieren que nos conocemos de mucho antes, de otro lugar sin duda. Creo que tienes la clave de que me encuentre aquí. ¿Pero porqué?
Bäkar, Bäkar...
¿Porqué me eres tan familiar? Tus ojos me sugieren que nos conocemos de mucho antes, de otro lugar sin duda. Creo que tienes la clave de que me encuentre aquí. ¿Pero porqué?
No muy lejos de allí, desde la espesura del bosque, varios ojos inyectados en sangre y violentos, observaban cada movimiento ocurrido en la aldea.
–Sigue con vida. Eso no le va a gustar al maestro. Creo que es hora de regresar e informarle. Permaneced alerta a cualquier cosa que pueda ocurrir, yo no tardaré en regresar con órdenes.
Entre los árboles, y saltando con agilidad de rama en rama, una aparente forma humana, siniestra y silenciosa, se alejaba de allí.
–Sigue con vida. Eso no le va a gustar al maestro. Creo que es hora de regresar e informarle. Permaneced alerta a cualquier cosa que pueda ocurrir, yo no tardaré en regresar con órdenes.
Entre los árboles, y saltando con agilidad de rama en rama, una aparente forma humana, siniestra y silenciosa, se alejaba de allí.
M.B.2013
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