Tras recoger a seis de los blackers del puesto
de guardia, Bartax se dirigió de nuevo hacia el bosque para realizar el cambio
de turno con los hombres que allí se encontraban, tal y como Bëltzez había ordenado.
Pensando en lo injusto del castigo que les aguardaría al volver a Blackmilk,
solo veía la cara desencajada de Bëltzez disfrutando de, lo que para él era una
orgía placentera, y lo que para sus víctimas significaba dolor extremo e
incluso la muerte, si bien esta deseada por alguna de ellas. Se fueron
encaramando a los árboles más altos, uno tras otro hábilmente pasaban de árbol
a árbol sin levantar la más mínima brizna de aire, ni el mínimo ruido. Así
hasta ir relevando a la totalidad de los vigías apostados por el bosque.
-Bien, tú eres el último. Te diré lo mismo que
al resto, si respetas tu vida y lo que puedan ser los últimos momentos de ella
sobre la tierra, pondrás toda tu atención a cuanto ocurra. Los errores se
pagan. –Sentenció Bartax mirando al grupo de seis hombres que volverían con él
a palacio, grabando el miedo en sus pupilas. -A la mínima oportunidad de
alcanzar con tu flecha al muchacho hazlo.
Los siete blackers, comenzaron entonces el
retorno a Blackmilk. Habían fallado al maestro, y el castigo a su error solo se
vería satisfecho entregándole a Bëltzez su dosis diaria de placer a través del
sufrir de sus carnes o incluso de la muerte. Al menos para uno o dos de ellos,
esos serían sus últimos saltos entre los árboles. Pero no para Tankar, o eso
debió pensar en el momento que varió su rumbo y desde la última posición de la
fila, se deshizo del resto del grupo con un par de bien dirigidos y silenciosos
saltos. Bartax aún tardaría un rato en darse cuenta de la falta.
…
-¿Tu unicornio? Muchacho, creo que te has
precipitado al levantarte tan pronto del reposo, aún estas aturdido o quizás la
fiebre te haga alucinar. No sé de qué unicornio me hablas, ni si es cierto
siquiera de que existan o no. Llevo toda mi vida estudiando sobre su posible
existencia entre nosotros y creeme, si lo supiera o lo hubiese visto no dudes
que te lo diría.
-Pero él fue quien me trajo hasta aquí. –La marca
profunda de las palabras de Anskar hicieron pensar a Bäkar y a Hosspur que
decía la verdad, o algo que al menos él se creía. Tras ver la reacción de ambos
al preguntar por Hope, el muchacho dudó de seguirles contando el resto de lo
acontecido. Aún así continuó.
-No daré muchos más detalles por no liaros
más. ¡Pero joder!, llega un tipo como yo, que para nada tiene que ver con
vosotros, claramente de otra época posterior en el tiempo, me salváis la vida
porque me decís que soy ¡vuestra última esperanza!, y sin embargo, pregunto por
un unicornio, y por vuestras miradas solo os falta colocarme la camisa de
fuerza.
-¿La camisa de fuerza?, En fin solo puedo
decirte que aquí te acercó un caballo. Al cual dimos alimento, agua y cobijo.
Pero al de poco se nos escapó. Nadie vio como pero lo hizo. ¿Qué es eso de la
camisa de fuerza?
–¡Olvídate de la camisa! Él me dijo que aquí me
explicaríais todo, así que empieza. –Anskar se estaba empezando a impacientar y
subió el tono de su voz.
Bäkar se acercó entonces, y apoyando su mano
sobre su brazo le dijo:
–Te creemos Anskar, toda esta historia tiene
pequeños cuentos fantásticos y bellos. ¿Porqué no tu episodio con el unicornio?
Sólo entiende nuestro asombro y nuestra cierta envidia de haber podido vivir un
momento semejante. Y disculpa a Hosspur, está obsesionado con saber y estudiar
sobre todo lo novedoso, y tú para nosotros eres un libro nuevo. Confiamos en tí,
confía tú en nosotros.
Durante todo ese tiempo, Bäkar no había
retirado la mano del brazo de Anskar. Parecía acariciarle con solo una mínima
presión de sus finos dedos a cada palabra estratégicamente dispuesta entre sus
frases.
Él no había conseguido aún ni parpadear desde que Bakar comenzó a
hablar. Seguía preguntándose el porqué de esa sensación de cercanía a ella.
Buscaba en sus ojos, tan cercanos en esos momentos. En sus labios con sus
movimientos a la hora de configurar bellas formas al pronunciar la palabras. En
el olor de su pelo. Y sentía su mano apoyada en el brazo trasladándole cierta tímida
correspondencia de sensaciones.
–¡Anskar!, ejem, ella tiene razón, no me hagas
ya más caso, y centrémonos. –Interrumpió Hosspur al ver la cara de ensoñación del
chico. –Somos una aldea pacifica obligada a vivir más preocupada de nuestra
propia supervivencia que de lo que nos gustaría. Por lo cual desde pequeños
somos instruidos en técnicas de lucha y defensa, sólo defensivas ya que jamás
hemos pretendido ocupar más tierra que la que nos fue dada por nuestros
antepasados. Pues bien, la población va mermando de forma considerable desde
que uno de los clanes vecinos, el clan Blackrose con su líder Bëltzez están
secuestrando a nuestras gentes y torturándoles o matándoles en cantidades
alarmantes. La propia madre de Bäkar se encuentra allí desde ayer, y nada
sabemos de ella.
La muchacha alzó entonces la cara, en un gesto
de orgullo y honor hacia su madre, moribunda o posiblemente a esas horas,
incluso muerta, y a la que debía su propia existencia con su lucha y sacrificio
en los años en que Bäkar nació. Sus ojos parecieron coger un brillo trasparente,
pero ni un gesto más delataría su pesar.
Anskar no tenía palabras. Él y su hermano habían
perdido a su madre siendo aún muy pequeños, y nunca, tras tantos años sin ella,
esa idea de orgullo por ella, había ocupado un lugar en su memoria. Solo dolor
e incomprensión. Y la visión del rostro ennoblecido de Bäkar al escuchar
nombrar a su madre, le llevo por unos segundos a pensar en todo ello.
Hosspur prosiguió.
–No podremos aguantar mucho más esta
situación. Béltzez sabemos que está reclutando cada día más soldados entre su
población y los clanes que van cayendo uno a uno bajo su espada.
–¿Pero hay algún motivo, poseéis algo que
quiera obtener, petróleo, gas, oro, agua? Y sea lo que sea, ¿Por qué yo? –Preguntó
Anskar ya más calmado. –¿Qué tengo que ver yo, barakaldés en Escocia , cientos
de años atrás, en todo esto?
Hosspur daba vueltas a esas dos palabras, petróleo
y gas, no sabía a qué se refería con ellas, pero el agua no era un bien tan limitado
en aquella zona y el oro y joyas que pudiese haber en la aldea se reducía a las
escasas pertenencias familiares de cada casa.
–Durante siglos hemos recibido a otros que te
precedieron, pero pocos de ellos llegaron hasta aquí y los que lo hicieron
llegaron muertos. Desde luego, solo un unicornio puede lograr traerte hasta
aquí con esperanza. –Dijo Hosspur con un tono con el que aceptaba la versión
dada por Anskar. –Seré preciso. Uno de los que llegaron lo hizo entre otras
cosas que te mostraré, con siete libros. Escrito en un lenguaje indescifrable
para cualquiera de nosotros. Aparecen lo que podrían ser fechas y nombres
propios. Acompañados de unos grabados de colores de personas y lugares. Desconocemos
que interés pueda tener, pero creemos que es el origen de todo ello. Y tú por
algún motivo, como los posteriores a él, tienes la misión de descifrarnos lo
que contienen. Lo que no sabemos es porqué mataron a todos tus predecesores y
lo intentaron contigo.
…
En la sala del castillo Blackmilk, habían
concluido las ejecuciones, y los cuatro prisioneros recién llegados, se
afanaban a limpiar como podían la abundante sangre que corría sobre el mármol,
cayendo muchas veces de bruces sobre los charcos.
Bëltzez se había retirado a
su sala personal, bajo la mínima luz de una vela y sentado junto a una enorme
mesa, estudiaba el contenido de aquellas dos hojas arrancadas de un libro, que
un antepasado habría conseguido arrebatar de uno de los que se hallan en la
aldea. En base a ello, su familia habría tomado el control del clan. A eso y a
que acabaron con la vida de todos y cada uno de los miembros de la familia
legítima.
…
M.B.2013
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