Con diecinueve años recién cumplidos,
Eneko decidió abandonar, sin motivo alguno aparente los estudios, o eso fue al menos
lo que fueron pregonando los miembros de su familia por la aldea; aunque unos dicen que si fue por
continuar con la tradición ovina y láctea de la familia y otros,
los más íntimos y escasos en cambio, creemos que algo sucedió entre
Eneko y aquella profesora de francés que le dio clases durante aquel curso. Pero eso será
más adelante.
Como decía, Eneko
Tellagorri dejó los estudios, seamos claros, por lo sucedido con la
profesora de frances. Después continuó perfeccionando su
habilidad para el cunilingus, a la vez que ayudaba en el
caserio con el pastoreo de las ovejas y en la venta a domicilio del
queso que producía su familia y que tan buena fama llego a tener en
la región por aquella época.
Durante aquellos días, se repetían sus visitas
a la casa de las primas Zazpilanda, hasta cuatro y cinco veces por
semana.
Mirentxu lo tenía todo
siempre muy bien organizado, de tal manera que al anochecer, cuando todos en la casa descansaban en sus aposentos, ella dejaba
abierta la puerta trasera del caserio, la de acceso a la leñera y encendía una vela sobre el alfeizar de la ventana como señal de paso libre para el muchacho.
A las nueve en punto, Eneko entra por la puerta y tras atravesar la cocina, subir catorce escalones y cruzar un corto corredor apenas iluminado, accede silencioso a la habitación de
Ane.
Una imponente cama armada en
madera, vestida con seda color plata y salpicada de cojines y otros
trapos, preside el centro; rodeándola, tres biombos cuyas seis caras, forradas de espejo, reflejan desde todos los ángulos lo que
sucede sobre la cama.
Desde un gran ventanal abierto de par en par, llega el frescor a hierba de las campas próximas al caserío, haciendo temblar las llamitas de las múltiples velas que iluminan, amarilleándo por completo, la estancia.
Hay otro gran espejo en el techo, sobre la cama y junto a esta, una bañera de hierro fundido y grifería dorada. Un armario de cuatro puertas en madera y un pequeño tocador completan la decoración junto a dos estatuas esculpidas en mármol a tamaño natural de dos soldados griegos castrados, a ambos lados de la puerta.
Hay otro gran espejo en el techo, sobre la cama y junto a esta, una bañera de hierro fundido y grifería dorada. Un armario de cuatro puertas en madera y un pequeño tocador completan la decoración junto a dos estatuas esculpidas en mármol a tamaño natural de dos soldados griegos castrados, a ambos lados de la puerta.
A las nueve y tres
minutos, Ane y Mirentxu desnudan ya a Eneko.
–Has tardado demasiado en llegar hoy chico malo y deberemos castigarte como mereces, ¿verdad Ane?
–Por supuesto prima, Eneko ha sido muy malo. Mira como nos tienes, chico malo. – Asiente Ane mientras camina en circulo, muy despacio al rededor de Eneko, estudiando el lugar exacto donde hincarle los dientes.
Mirentxu coge entonces uno de los muchos pañuelos de seda que hay sobre la cama y tras indicarle a Eneko que alce los brazos, sujeta ambas manos a la anilla de la gruesa cadena que cuelga del techo.
–Tocarás y nos follarás cuando nosotras te digamos y ni se te ocurra sacar tu juguetito o aquí mismo lo pierdes. ¿Me has entendido? –y azota a Eneko en la nalga con su fusta.
Aumenta el volumen de su pene, a la vez que la presión en el interior de su boca va haciéndose más palpable contra la parte trasera de sus incisivos.
Ellas muerden y pellizcan sus pezones y también entre ellas mismas.
Por momentos se alejan de Eneko y se acarician mutuamente, entre jadeos y risas, como cuando están solas y se muerden los labios.
–Has tardado demasiado en llegar hoy chico malo y deberemos castigarte como mereces, ¿verdad Ane?
–Por supuesto prima, Eneko ha sido muy malo. Mira como nos tienes, chico malo. – Asiente Ane mientras camina en circulo, muy despacio al rededor de Eneko, estudiando el lugar exacto donde hincarle los dientes.
Mirentxu coge entonces uno de los muchos pañuelos de seda que hay sobre la cama y tras indicarle a Eneko que alce los brazos, sujeta ambas manos a la anilla de la gruesa cadena que cuelga del techo.
–Tocarás y nos follarás cuando nosotras te digamos y ni se te ocurra sacar tu juguetito o aquí mismo lo pierdes. ¿Me has entendido? –y azota a Eneko en la nalga con su fusta.
Aumenta el volumen de su pene, a la vez que la presión en el interior de su boca va haciéndose más palpable contra la parte trasera de sus incisivos.
Ellas muerden y pellizcan sus pezones y también entre ellas mismas.
Por momentos se alejan de Eneko y se acarician mutuamente, entre jadeos y risas, como cuando están solas y se muerden los labios.
Y es que ya por entonces, ambas saben lo que más le gusta a Eneko y se exhiben ante él,
le mordisquean como roedores entre sus muslos y sobre el pubis hasta
que, dado el tamaño que el pene de Eneko adquiere, una de ellas,
Ane, hace los honores metiéndoselo por completo en la boca.
Eneko no puede por más que
cerrar los ojos y dejarse hacer allí mismo, apenas a cuatro pasos de
haber cruzado la puerta. Ha conseguido controlar su lengua, hasta el
punto de decidir cuándo sacarla y cuándo no, por mucho que esta
empuje.
–Despacio glotona.
–Aconseja Mirentxu a Ane, mientras juguetea con los testículos de Eneko
entre sus uñas, a la vez que mete uno o dos de sus dedos en su vagina –No vayas a comértelo todo, deja algo para tu prima mayor.
Luego se turnan y mientras
Mirentxu ensaliba el pene de Eneko, es Ane la que mordisquea y lame
el culo de su prima. Hasta que esta, tras una seña de Mirentxu se
ofrece de a cuatro sobre la cama o tumbada con las piernas y el sexo
abiertos para que, una vez desatado y como potro salvaje, Eneko la embista con furia mientras comienza a
desplegar desde su boca, centimetro a centimetro y hasta un total de treinta
y cinco, aquella lengua con apariencia fálica con la que Mirentxu se
golpea el clítoris y la vulva primero, para tras hundirla por
completo en su sexo y sacudirla en su interior, haciéndola entrar y salir violentamente, correrse varias veces, mojando por completo las
sábanas de seda plateadas y a sus dos compañeros de trío.
Pasan las horas,
saboreándose, fornican deshinibidos experimentando todas las combinaciones
posibles entre ellos, para al final y una vez que las dos jovenes primas quedan acostadas sobre
la cama, experimentar lo que denominan el “Zortziak bat”, o lo que
viene a ser lo mismo, “Los ocho en uno”.
El “Zortziak bat”, era en sí, la
técnica por la cual, Eneko pasaba la punta de su lengua sobre
determinada zona erógena, normalmente localizada en el clítoris y
que consistía en el trazo de una estrella de ocho puntas, de forma muy
rápida y repartiendo presión de forma estratégica sobre cada una
de las ocho terminaciones de dicha estrella.
El movimiento venía a durar tres o cuatro segundos y el orgasmo estaba garantizado. Una noche,
Mirentxu llegó a pedir cinco de forma consecutiva y
tuvieron que reanimarla entre Ane y Eneko echándole un balde de agua
sobre su cabeza ya que había perdido por completo el conocimiento.
Pasada la media noche, era cuando Eneko
regresaba a su caserio y trepando por la bajante de zinc próxima a
la ventana de su habitación, accedía a la misma sin levantar
sospechas entre su familia.
La verdad es que todo iba de
maravilla. Disfrutaba de buen sexo a la vez que desarrollaba y
mejoraba su técnica con el cunilingus y además, tenía la sensación de que
las chicas del pueblo e incluso de la comarca, empezaban a fijarse en
él. Bueno, las chicas, las madres de las chicas e incluso las
abuelas de las chicas.
Y todo a raiz de aquel curso
de frances que comenzaron a impartir en su colegio. Puede decirse que
fue a partir de entonces, que comenzó a forjarse la leyenda de Eneko
Tellagorri y su Zortziak bat.
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M.B.14
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