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2013-10-02

Soltando amarras.... Los siete libros.



Tras recoger a seis de los blackers del puesto de guardia, Bartax se dirigió de nuevo hacia el bosque para realizar el cambio de turno con los hombres que allí se encontraban, tal y como Bëltzez había ordenado. Pensando en lo injusto del castigo que les aguardaría al volver a Blackmilk, solo veía la cara desencajada de Bëltzez disfrutando de, lo que para él era una orgía placentera, y lo que para sus víctimas significaba dolor extremo e incluso la muerte, si bien esta deseada por alguna de ellas. Se fueron encaramando a los árboles más altos, uno tras otro hábilmente pasaban de árbol a árbol sin levantar la más mínima brizna de aire, ni el mínimo ruido. Así hasta ir relevando a la totalidad de los vigías apostados por el bosque.

-Bien, tú eres el último. Te diré lo mismo que al resto, si respetas tu vida y lo que puedan ser los últimos momentos de ella sobre la tierra, pondrás toda tu atención a cuanto ocurra. Los errores se pagan. –Sentenció Bartax mirando al grupo de seis hombres que volverían con él a palacio, grabando el miedo en sus pupilas. -A la mínima oportunidad de alcanzar con tu flecha al muchacho hazlo. 

Los siete blackers, comenzaron entonces el retorno a Blackmilk. Habían fallado al maestro, y el castigo a su error solo se vería satisfecho entregándole a Bëltzez su dosis diaria de placer a través del sufrir de sus carnes o incluso de la muerte. Al menos para uno o dos de ellos, esos serían sus últimos saltos entre los árboles. Pero no para Tankar, o eso debió pensar en el momento que varió su rumbo y desde la última posición de la fila, se deshizo del resto del grupo con un par de bien dirigidos y silenciosos saltos. Bartax aún tardaría un rato en darse cuenta de la falta. 


-¿Tu unicornio? Muchacho, creo que te has precipitado al levantarte tan pronto del reposo, aún estas aturdido o quizás la fiebre te haga alucinar. No sé de qué unicornio me hablas, ni si es cierto siquiera de que existan o no. Llevo toda mi vida estudiando sobre su posible existencia entre nosotros y creeme, si lo supiera o lo hubiese visto no dudes que te lo diría.

-Pero él fue quien me trajo hasta aquí. –La marca profunda de las palabras de Anskar hicieron pensar a Bäkar y a Hosspur que decía la verdad, o algo que al menos él se creía. Tras ver la reacción de ambos al preguntar por Hope, el muchacho dudó de seguirles contando el resto de lo acontecido. Aún así continuó.

-No daré muchos más detalles por no liaros más. ¡Pero joder!, llega un tipo como yo, que para nada tiene que ver con vosotros, claramente de otra época posterior en el tiempo, me salváis la vida porque me decís que soy ¡vuestra última esperanza!, y sin embargo, pregunto por un unicornio, y por vuestras miradas solo os falta colocarme la camisa de fuerza.

-¿La camisa de fuerza?, En fin solo puedo decirte que aquí te acercó un caballo. Al cual dimos alimento, agua y cobijo. Pero al de poco se nos escapó. Nadie vio como pero lo hizo. ¿Qué es eso de la camisa de fuerza?

–¡Olvídate de la camisa! Él me dijo que aquí me explicaríais todo, así que empieza. –Anskar se estaba empezando a impacientar y subió el tono de su voz.

Bäkar se acercó entonces, y apoyando su mano sobre su brazo le dijo:
–Te creemos Anskar, toda esta historia tiene pequeños cuentos fantásticos y bellos. ¿Porqué no tu episodio con el unicornio? Sólo entiende nuestro asombro y nuestra cierta envidia de haber podido vivir un momento semejante. Y disculpa a Hosspur, está obsesionado con saber y estudiar sobre todo lo novedoso, y tú para nosotros eres un libro nuevo. Confiamos en tí, confía tú en nosotros.

Durante todo ese tiempo, Bäkar no había retirado la mano del brazo de Anskar. Parecía acariciarle con solo una mínima presión de sus finos dedos a cada palabra estratégicamente dispuesta entre sus frases.

Él no había conseguido aún ni parpadear desde que Bakar comenzó a hablar. Seguía preguntándose el porqué de esa sensación de cercanía a ella. Buscaba en sus ojos, tan cercanos en esos momentos. En sus labios con sus movimientos a la hora de configurar bellas formas al pronunciar la palabras. En el olor de su pelo. Y sentía su mano apoyada en el brazo trasladándole cierta tímida correspondencia de sensaciones. 

–¡Anskar!, ejem, ella tiene razón, no me hagas ya más caso, y centrémonos. –Interrumpió Hosspur al ver la cara de ensoñación del chico. –Somos una aldea pacifica obligada a vivir más preocupada de nuestra propia supervivencia que de lo que nos gustaría. Por lo cual desde pequeños somos instruidos en técnicas de lucha y defensa, sólo defensivas ya que jamás hemos pretendido ocupar más tierra que la que nos fue dada por nuestros antepasados. Pues bien, la población va mermando de forma considerable desde que uno de los clanes vecinos, el clan Blackrose con su líder Bëltzez están secuestrando a nuestras gentes y torturándoles o matándoles en cantidades alarmantes. La propia madre de Bäkar se encuentra allí desde ayer, y nada sabemos de ella.

La muchacha alzó entonces la cara, en un gesto de orgullo y honor hacia su madre, moribunda o posiblemente a esas horas, incluso muerta, y a la que debía su propia existencia con su lucha y sacrificio en los años en que Bäkar nació. Sus ojos parecieron coger un brillo trasparente, pero ni un gesto más delataría su pesar.

Anskar no tenía palabras. Él y su hermano habían perdido a su madre siendo aún muy pequeños, y nunca, tras tantos años sin ella, esa idea de orgullo por ella, había ocupado un lugar en su memoria. Solo dolor e incomprensión. Y la visión del rostro ennoblecido de Bäkar al escuchar nombrar a su madre, le llevo por unos segundos a pensar en todo ello.

Hosspur prosiguió.
–No podremos aguantar mucho más esta situación. Béltzez sabemos que está reclutando cada día más soldados entre su población y los clanes que van cayendo uno a uno bajo su espada.

–¿Pero hay algún motivo, poseéis algo que quiera obtener, petróleo, gas, oro, agua? Y sea lo que sea, ¿Por qué yo? –Preguntó Anskar ya más calmado. –¿Qué tengo que ver yo, barakaldés en Escocia , cientos de años atrás, en todo esto?

Hosspur daba vueltas a esas dos palabras, petróleo y gas, no sabía a qué se refería con ellas, pero el agua no era un bien tan limitado en aquella zona y el oro y joyas que pudiese haber en la aldea se reducía a las escasas pertenencias familiares de cada casa. 

–Durante siglos hemos recibido a otros que te precedieron, pero pocos de ellos llegaron hasta aquí y los que lo hicieron llegaron muertos. Desde luego, solo un unicornio puede lograr traerte hasta aquí con esperanza. –Dijo Hosspur con un tono con el que aceptaba la versión dada por Anskar. –Seré preciso. Uno de los que llegaron lo hizo entre otras cosas que te mostraré, con siete libros. Escrito en un lenguaje indescifrable para cualquiera de nosotros. Aparecen lo que podrían ser fechas y nombres propios. Acompañados de unos grabados de colores de personas y lugares. Desconocemos que interés pueda tener, pero creemos que es el origen de todo ello. Y tú por algún motivo, como los posteriores a él, tienes la misión de descifrarnos lo que contienen. Lo que no sabemos es porqué mataron a todos tus predecesores y lo intentaron contigo.

En la sala del castillo Blackmilk, habían concluido las ejecuciones, y los cuatro prisioneros recién llegados, se afanaban a limpiar como podían la abundante sangre que corría sobre el mármol, cayendo muchas veces de bruces sobre los charcos. 

Bëltzez se había retirado a su sala personal, bajo la mínima luz de una vela y sentado junto a una enorme mesa, estudiaba el contenido de aquellas dos hojas arrancadas de un libro, que un antepasado habría conseguido arrebatar de uno de los que se hallan en la aldea. En base a ello, su familia habría tomado el control del clan. A eso y a que acabaron con la vida de todos y cada uno de los miembros de la familia legítima.

M.B.2013
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