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U N Á N G E L, U N A A M I G A
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De entre los
ángeles que pueblan la tierra,
uno se presenta como pocos,
desde descomunal lejanía,
en vuelo de trazo rasante
sobre las olas de un oceano.
Un ángel capaz de
escuchar
el callado brote de una
lágrima,
el latir desengrasado y ronco de un
corazón partido,
el suspiro que mana sangrante desde heridas mal cerradas,
el penúltimo ruego al de arriba,
–una tregua, por favor.–
Y si el
señorito anda liado
y no consigues sosiego,
él es quien se sienta contigo
para que no te sientas solo.
Ese àngel, esculpido en pura roca.
Granito mexicano,
làgrimas, polvo, sudor
y un pasado injusto.
Portador de
luz y alegría,
de paz y de tiempo que entrega
a que no caigas abatido.
Yo lo pienso en ocasiones:
si tú alguna vez, angelito, necesitases de mi ayuda,
¿cómo podré
devolverte
todo lo que tú me has dado?
Una esperanza, tu fe,
tu amor, un perdón,
tu sonrisa, un claro.
Muy pocos esperaríamos a cambio nada
si a la
vez entregásemos tanto.
De verdad angelito bueno,
fue
un milagro el conocerte
sería de canallas que no dijera
–conmigo puedes contar.
Debo, lo sé, por mi parte,
Evitarte sufrir mi ventura,
Y estate
casi segura, de que
A pesar de que vengan más golpes
No volverè a masticar barro.
Incluso si la tristeza me cubre,
Renunciaré al llanto y la cólera y
Acudiré
puntual al encuentro
con mi muy querida amiga .
M.B.14
A mi amiga
Deyanira.
A todos esos ángeles
que sobrevuelan a ras de tierra
y que a veces, con suerte,
nos pasan tan cerquita que llegan a rozarnos.